La República Aristocrática
fue un proceso que presentó muchos cambios sociales. El término más adecuado
para esta etapa de la historia del Perú republicano es República Oligárquica,
vocablo acuñado por el gran historiador Jorge Basadre, que se basa en el poder ejercido
por un grupo reducido de personas. Esta expresión puede definir, completamente,
la sociedad peruana durante comienzos del siglo XX: una comunidad ampliamente
dividida por los estratos sociales y económicos, y liderada por la aristocracia
(la clase más alta), la cual actuaba, en conjunto, para la defensa de sus
propios intereses y sin consentimiento popular. Esta sociedad piramidal y
centralizada estaba compuesta por aproximadamente 40 familias, las cuales eran
las mejores ubicadas, social y económicamente, y tenían el poder de casi todo
el país.
El caudillismo,
prácticamente, desapareció durante esta época y surgieron muchos partidos
políticos que respaldaban la constitución. Irónicamente, este proceso, con
tanta estabilidad política y social, empezó y finalizó con golpes de estado.
La aristocracia
desarrolló, principalmente, las actividades que más los beneficiaban: la
industria azucarera y algodonera. Gracias a la modernización e
industrialización de estas actividades económicas, pequeños establecimientos
industriales fueron multiplicándose y expandiéndose (además del azúcar y el
algodón), mejorando, económicamente, toda la industria o negocio en el país.
Además, algunas
industrias dieron paso a innovaciones (principalmente extranjeras), que
generaron la modernización de estas actividades económicas.
Esta mejora en la
industria y economía peruana, también, trajo consigo problemas de trabajo y la
fundación de gremios para defender a la clase trabajadora.
Así, el proletariado se
vio beneficiado por la generación de empleos, aunque, también, se defendió de
las condiciones infrahumanas a las que eran sometidos, tomando el ideal de las
reivindicaciones laborales, el cual provenía de la Reconstrucción Nacional. Se
gestó, por ende, el movimiento obrero peruano, durante un periodo de escasez de
alimentos, con la consiguiente inflación causada por la Primera Guerra Mundial.
Durante esta coyuntura
social y económica nacional, surgieron los gamonales, los cuales, especialmente
en la sierra, expandieron sus haciendas por medio de expropiaciones ilícitas a
aborígenes de la zona, expandiendo, de este modo, su poder socio-político y
económico en el país.
La sociedad oligárquica
dominó, ampliamente, la economía, política y sociedad peruana, restándole
importancia a los reclamos de la clase popular y media por la inferioridad que
sufrían. La clase baja se encontraba disgustada frente a la forma de Gobierno
ejercida por esta clase dominante, la cual se justificaba con la corriente del
Darwinismo social, argumentando que la clase aristocrática era mucho más capaz
de gobernar y dirigir al país con orden y progreso.
De esta manera, teniendo
un gran desprecio ante las mayorías populares, esta clase dominante fue muy
superior, restándole importancia a las provincias peruanas, las cuales solo
fueron explotadas económicamente para beneficio del Estado, la clase
plutocrática y los inversores extranjeros. No obstante, en el ámbito social, estas
estuvieron bajo la sombra de la cultura limeña y su gente, sufriendo,
posteriormente, un estancamiento secular, el cual causó que se detenga el
crecimiento en las provincias peruanas. Esto fue, luego, agraviado por la
migración y expansión urbana, en Lima, durante el oncenio de Leguía.
Autores: Rafael Demichelli y Luis Ignacio Gonzales
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